Después de dos años y siete meses de duros entrenamientos y sacrificios, de planificación al milímetro del tiempo disponible para entrenar, para descansar, de cuidar la alimentación, de participación en largas travesías, de entrenamientos nocturnos, en aguas frías, en Galicia, en Dublín, de papeleo, de buscar financiación, de reconocimientos médicos, de formularios… por fin llegaba el momento de nadar el Canal de la Mancha.
El día 26 de julio me desplacé a Folkestone con la intención de quedarme allí hasta completar el cruce del Canal. No es fácil planificar un viaje con final incierto. Sabía que la marea que me habían asignado iba desde el 29 de julio al 6 de agosto y también sabía que era el nadador número 4 en el Pathfinder, mi barco. Cuando empieza la marea, el patrón del barco, Eric Hartley, estudia las condiciones meteorológicas de cada día y, si son buenas, convoca al nadador Nº 1. Si las condiciones no son buenas no sale ningún nadador, por lo que el Nº 4 tiene muchas posibilidades de perder la marea y tener que esperar a la próxima, en este caso a partir del 15 de agosto.
Ya desde el pri
mer día me dí cuenta de que no habíamos tenido suerte con el tiempo, en pleno agosto la lluvia y el viento eran habituales en la costa sur inglesa. Aún así, me dediqué a entrenar todos los días en la playa de Dover, para adaptarme a las aguas frías. El nadador Nº 1 de mi barco era también español, por lo que contactamos antes del viaje y quedamos allí para entrenar juntos e ir a la primera reunión técnica a bordo del Pathfinder. Es increíble como se puede llegar a congeniar tan rápidamente con personas que no conoces, tanto con Pep, el nadador, como con Olga, Sergi y Jaime, su equipo. Enseguida nos entendimos a la perfección, Jaime fue nuestra salvación en muchos aspectos pues además de residir en Londres, tenía la experiencia de haber nadado el Canal en el año 2013. Se volcó en ayudarnos, a Pep y a mi, en explicarnos todas las dudas que teníamos, nos regaló las luces obligatorias y nos hizo de intérprete en la reunión técnica, donde descubrimos que había una baja en la lista del barco y yo pasaba a ser el Nº 3, lo cual era positivo, ya que podría nadar antes.
Pero pasaban los días y allí nadie nadaba, el tiempo no mejoraba y seguíamos a la expectativa. El tiempo mejoró el día 1 de agosto y Pep aprovechó esa ventana para su intento, aunque por desgracia no finalizó por problemas estomacales. La ventana de oportunidad se cerró nuevamente con la llegada del mal tiempo y el capitán me avisó de que no iba a ser posible nadar en la marea, pero que con mis condiciones era posible nadar fuera de la marea.
Nadar fuera de la marea significa que las corrientes son más fuertes y el repunte más corto, por lo que solo los nadadores que tienen un ritmo de nado alto pueden nadar fuera de la marea y el capitán consideraba que yo podía.
Mientras, había ido llegando mi grupo y pasábamos los días entrenando en Dover, haciendo excursiones por los alrededores y consultando el pronóstico del tiempo, a ver si aparecían ventanas de oportunidad, al menos dos, ya que tenía delante al Nº 2.
Y justo
el día que terminaba la marea nadó el Nº 2, por lo que se acercaba mi momento. Recibo mensaje del capitán para nadar la noche del 6 al 7 de agosto. Una de las consecuencias de nadar fuera de la marea es que puedes empezar a nadar a las 21:00 o 22:00, es decir que la mayor parte de la travesía transcurre de noche. Nos movilizamos para preparar todo y me acosté un poco después de comer, intentando llegar lo más descansado posible a la cita. Por suerte, el tiempo empeoró esa noche y se canceló la salida. Eric Hartley quedó en avisarme a las 8:00 del lunes día 7, para vernos en el barco a las 9:00 y empezar a nadar a las 10:30, si el mar lo permitiese. Esa noche fue imposible dormir, al descanso de la tarde se unieron un montón de pensamientos que no me dejaban dormir apenas. Finalmente a las 8:01 recibo el sms, llegó mi hora, hoy nado el Canal.
Aviso a los demás, que me recogen en el coche con toda la intendencia preparada y llegamos a las 9:00 en punto al muelle de Dover. Entramos en el barco, nos ubicamos en la bañera y nos presentamos. El capitán Eric Hartley, el marinero Gary, el Observer (árbitro) Keith y nosotros, Javier, Alejandro, Elena, Pablo y yo.
Después de 13 días de tensa espera, por fin estaba embarcado en el Pathfinder, rumbo a la playa de Samphire Hoe, desde donde comenzaría a nadar. El mar no era un plato precisamente, por lo que en el camino hacia la playa me mareé un poco. A menos de 5 minutos de llegar me preparo, me pongo las pegatinas de LA ISLA DE MI VIDA y MASPALOMAS OPEN WATER, me cubro todo el cuerpo de grasa y me acerco nadando a la orilla de la playa. Me quedo unos segundos de espaldas al mar, contemplando los blancos acantilados y concentrándome en lo que me esperaba, me doy la vuelta y levanto la mano. El barco toca la bocina y empiezo a nadar. Las primeras brazadas eran muy incómodas, el mar estaba muy movido y el brazo derecho apenas salía del agua.
La marea alta de las 11:50 marcaba el inicio de un tramo donde sería arrastrado hacia el este, durante las 6 horas en las que la
marea bajaba. Aunque la sensación era de ir hacia delante, en la trayectoria se observa cómo la fuerte corriente me arrastró hacia el este. A pesar del fuerte oleaje y del viento, que rompía las crestas de las olas y hacían el nado muy incómodo, las primeras horas se pasaron muy rápido, logrando hacer casi 20 kms en 4 horas.
Poco a poco el agua se fue enfriando, desde los 17 grados iniciales fue bajando hasta los 16 del centro del Canal, para luego subir hasta los 17 de nuevo en la costa francesa. Para evitar enfriarme, esta vez he decidido que los avituallamientos los voy a hacer cada hora, sin apenas pararme. Pido lo que voy a necesitar sin dejar de nadar y cuando veo que está preparado, me detengo y lo cojo de la cestita, entre 15 y 30 segundos de parada para comer cada hora, nocilla, plátanos, cocacola, matahambres, agua y bebida recuperadora, este fue mi menú. Las paradas extras para hacer pis son un poco más largas, porque con el frío me cuesta hacerlo.
Los grandes cargueros que atraviesan el Canal hacen aún más complicado el nado, al
provocar oleaje adicional, y las medusas fueron las únicas compañeras de viaje que tuve, el agua es tan turbia que apenas alcanzaba a verme las manos, no sé lo que había debajo de mi ni a los lados, tan solo algas y mis amigas las medusas, que me picaron en dos ocasiones.
A las 6 horas y 5 minutos me encuentro en el centro del Canal, donde no está permitida la circulación de los cargueros, tan solo los barcos que cruzan hacia o desde Francia pueden circular por la zona central, llevo ya más de 25 kms y me encuentro fuerte, se agradece que los barcos no produzcan olas transversales y sigo mi marcha. A las 8 horas acumulo 32 kms y el frío empieza a notarse, me concentro en dar el mayor número de brazadas, recuerdo mi objetivo de venderlas a favor de los niños con cáncer de Pequeño Valiente, ojalá se vendan todas! Pienso en los niños y me motivo para seguir.
A las 9 horas de nado y ya
metido en el Canal francés se produce el cambio de marea, empieza a subir y ahora la corriente me arrastra hacia el oeste. En una de las paradas mi equipo me pide muy sutilmente que aumente el ritmo para no perder la oportunidad de tocar la costa francesa al este del cabo Gris Nez. Sé perfectamente de qué están hablando, si quiero evitar entrar en el “cementerio de los sueños” debo hacer un esfuerzo extra ahora. Esta zona de la costa francesa se caracteriza por las corrientes paralelas que muchas veces impiden tocar tierra. Sin ir más lejos, dos nadadores se habían quedado a una milla de tierra el día anterior, después de 16 horas de nado.
Aprieto los dientes y saco fuerzas de flaqueza para aumentar el ritmo picándome con mi propia embarcación. Levanto la cabeza de vez en cuando y tengo a la vista la costa de Francia, no soy consciente de la corriente,
pero he conseguido entrar en la zona de protección y sé que el final está cerca, aunque aún quedan horas de nado. Cae la tarde y me voy quedando a oscuras con mis gafas tintadas, sigo nadando, mi equipo me anima mucho, gritando y silbando, creo que están más cansados que yo, pero se turnan para no dejarme solo. Cada vez me cuesta más hacer pis por el frío, teniéndome que parar hasta 2 minutos para conseguirlo. Desde que cae la noche dejo de comer y en las paradas pido geles y agua. No puedo saber cada cuanto paro, porque no veo el cronómetro, pero calculo que sigo avituallando cada hora.
De pronto en el barco veo movimiento, el marinero baja a la barquilla auxiliar, lo que quiere decir que esto se termina en breve. Mis compañeros le miran, yo le miro deseando que se suelte del barco para irnos los dos solos hacia la playa.
Por fin se suelta y se pone delante mía, va muy lento y me pongo a su derecha.
Sigue tan lento que le adelanto y me dice algo que no entiendo, alumbrando con su foco hacia la costa. Me pongo en la estela del foco y sigo nadando a ciegas. De pronto toco algo con la mano derecha y me asusto… es arena! He llegado! Me pongo de pie con el agua por las rodillas y camino lleno de alegría hacia el final de mi aventura. Pero el agua cada vez me cubre más, estoy en una zona de dunas submarinas y debo seguir nadando. Hasta 3 veces me incorporé y tuve que volver a nadar, hasta que ya por fin el agua me llegó a los tobillos. Estoy en la playa! Me pongo de pie en la arena seca y grito “Siiiiii” Solo me oye Gary que avisa para que el Pathfinder vuelva a tocar la bocina que da por finalizada la travesía. Ahí estoy en la playa del norte de Wissant, entre Calais y el cabo Gris Nez, con 51.300 metros a mis espaldas y 12 horas y 40 minutos de nado continuo. Soy el primer canario en cruzar el Canal de la Mancha y el español número 14.
Me meto de nuevo en el agua para volver al barco y ahora sí que tiemblo de frío pues debo ir agarrado a un boggie. Al entrar en el barco mis compañeros me felicitan, me ayudan a vestirme y a abrigarme, me dan comida y bebida y volvemos a Dover. 2 horas y 15 minutos tardamos en recorrer de vuelta el Canal,
todos cansados pero muy satisfechos.
Me felicitan el capitán y el observer, especialmente por las malas condiciones climáticas a las que me había enfrentado, y me voy a descansar. Termina la aventura, lo hice, soy un Channel Swimmer!
¡Muchas gracias a todos los que me animaron en todo momento, en especial a los patrocinadores y colaboradores!
Aquí están las fotos para el recuerdo, cortesía de Alejandro, Javier, Pablo, Elena y Keith:
El pase de diapositivas requiere JavaScript.